domingo, 13 de marzo de 2011

Ha muerto, ha muerto

Mientras unos lloran por el fin del desenfreno y la lujuria otros se preparan para empezar la vida loca. Colgar los hábitos no es fácil cuando llevas la marca de la pasión fijada en la piel. Por eso son muchos los que hacen las maletas y visitan otros rincones para seguir disfrutando del carnaval. Una fiesta que nos permite tapar nuestras deficiencias con ropajes de lujo y presumir durante unas horas de ser autenticas figuras de la nobleza. Pero no todos buscan apartarse de su habitual ropaje y aumentan su personalidad con piezas estridentes que jamás se atreverían a portar.
En estos días se ha enterrado la sardina en la mayoría de ciudades. Se quema el pescadito y todos lloran la perdida de su amado don carná. Las mascaritas tendrán que esperar otro año para salir a la calle con mil colores que iluminen su andar. Por eso lo fácil sería atreverse a llevar un disfraz todo el año, como hacen las estrellas de la música o las estrellas de la pasarela. Son claros los ejemplos.


Seguro que con estas piezas el maestro Carlos Arguiñano nos preparaba un plato suculento. Son dos diseños de alto standing que bien podrían ser un chuletón con los mejores huevos españoles. Sin duda el premio a mejor vestuario. Qué envidia, qué pena que no me atreva a salir así a la calle. Me imagino cada mañana un ingrediente diferente y se me estremece el corazón. Esa es la única razón que me entristece al recordar que ha muerto, ha muerto. El pobre payaso ha muerto.

Pero el espíritu carnavalero continúa en nuestros corazones y de vez en vez se hace notar. Cuando te pintes los labios de rojo=peligro, cuando imites a los famosos=peligro, cuando te pongas guantes de colores=peligro, cuando sientas el desenfreno= peligro, cuando te aceche el vicio= peligro.......
Conclusión: vivimos constantemente alejados de doña cuaresma.

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